Ciudad de México.-En 1914, México tuvo su último gobernante autoproclamado: Venustiano Carranza. El mismo exgobernador de Coahuila fue el primer presidente constitucional del siglo XX. Entonces comenzó —a pesar del asesinato de Carranza en 1920— la era de la transmisión pacífica del poder en México.
Entre 1914 y 1976, México tuvo 15 presidentes: uno autonombrado, dos interinos, un sustituto y 12 constitucionales. Cada uno tuvo su correspondiente toma de protesta. El que sigue es un recuento cronológico, con base en la información publicada en Revista de revistas y Excélsior.
Tiempo de caudillos
Basado en el Plan de Guadalupe de marzo de 1913, que él mismo redactó, Venustiano Carranza estaba llamado a ser encargado del Poder Ejecutivo, una vez que, como primer jefe del Ejército Constitucionalista, su ejército entrara a la Ciudad de México.
La llegada de Carranza ocurrió el 20 de agosto de 1914. Revista de revistas, la publicación que dio origen a Excélsior en 1917, publicó en su edición del 30 de agosto de 1914 la información aludiendo a una “entrada triunfal” de Carranza. Detalla su recorrido desde la calzada Tacuba rumbo al Zócalo. La entrega de las llaves de la ciudad por parte del presidente del ayuntamiento, Luis G. Cervantes.
Frente al Teatro Nacional, un obrero identificado como Manuel Rodríguez, se lee en la nota, le entregó a Carranza la bandera que tremoló el presidente Francisco I. Madero el 9 de febrero de 1913.
“Poco después de las 12 del día, el señor Carranza llegó al Palacio Nacional, desmontando de un magnífico caballo negro que lo había conducido desde Azcapotzalco. Pasó a los salones presidenciales después de recibir múltiples agasajos, y cuando ya había callado el repicar de las campanas echadas a vuelo, se dirigió al pueblo desde el balcón central, pronunciando una patriótica alocución”.
A partir del 1 de mayo de 1917, Carranza tomó protesta como presidente constitucional. “La Cámara estuvo ayer de gran gala. En las curules, los senadores y diputados ostentaban el ceremonioso frac y en las galerías numerosas familias esperaban impacientes la hora de la llegada del señor Carranza. Desde las tres y media de la tarde se ocuparon todos los sitios destinados al público, y sólo los palcos del cuerpo diplomático y elevados funcionarios aparecían desiertos. A las cuatro y cuarenta y cinco de la tarde se abrió la sesión de la Cámara, y después de leída el acta anterior, fue aprobada. La presidencia designó para recibir a la puerta de la Cámara al señor Carranza, a los diputados Eduardo Neri, Isidro Bravo, Cecilio Garza González, Rafael Curiel y Tirso Reynoso”, se lee en la crónica del 2 de mayo de 1917.
Tres años después, el 1 de junio de 1920, debido al asesinato de Venustiano Carranza, Adolfo de la Huerta fue presidente interino. Tomó protesta. De la Huerta estaba tan enfermo que despachó la ceremonia en dos minutos y por su estado de salud no pudo llegar a Palacio Nacional.
“Una escena histórica que ni por afinidad o semejanza en los detalles volverán a presenciar las generaciones actuales se produjo ayer en la Cámara de Diputados, cuando el señor presidente substituto de la República prestó la protesta de ley. Un hombre joven, de faz lívida hasta la transparencia, de paso débil y movimientos inseguros, conducido por dos diputados hasta la plataforma de honor del Congreso general, tendió su brazo y con voz trémula ofreció a la nación cumplir con la ley y con los deberes que le impone su alta categoría de Presidente de la nación.
“La fatalidad ha querido que el nuevo primer magistrado de la nación se haya presentado a rendir la protesta constitucional casi en las mismas condiciones en las que el Patriarca de la Reforma, don Valentín Gómez Farías, llegó al salón del Constituyente de 1857 a jurar sobre la Biblia la consagración de su obra, por cerca de 25 años elaborada”, informó Excélsior el 2 de junio de 1920.
El siguiente presidente constitucional fue Álvaro Obregón, el militar que le allanó el camino a Venustiano Carranza para su llegada a la Ciudad de México seis años atrás.
El político sonorense rindió protesta la medianoche del 30 de noviembre de 1920.
“Pocas veces ha ofrecido la Cámara de Diputados el aspecto que presentaba ayer a la medianoche. Damas de elegantes tocados y de riquísimos trajes llenaban la mayoría de las localidades de tribunas y galería, junto con caballeros de impecable frac y de intachable indumentaria”, describía el reporte de la toma de posesión de Obregón.
Más adelante refiere que “mexicanos y extranjeros esperaban el momento supremo en que el humilde mecánico sonorense, después famoso general, habría de asumir la más alta magistratura de la República. Eran las 12 de la noche en punto, cuando el clarín de órdenes del Colegio Militar dio el punto de atención. Y todo mundo se puso de pie.
“Entraban en el salón de sesiones del Congreso General los dos presidentes, el saliente, don Adolfo de la Huerta, iba ya sin la banda simbólica, pero todavía rodeado de su brillante Estado Mayor. Y entraba del brazo del entrante, general don Álvaro Obregón. Una tempestad de aplausos los recibió, y bajo ella desfilaron las ministros Calles, Alvarado, Villarreal, Treviño, Ortiz Rubio, el señor Pani, el secretario partículas, Alessio Robles, el subsecretario Morales Hesse y algunos altos funcionarios”, describe la crónica periodística.
El jefe máximo
Plutarco Elías Calles sucedió a Álvaro Obregón el 1 de diciembre de 1924. La toma de protesta se verificó en el Estadio Nacional, también conocido como Teatro Estadio. La Cámara de Diputados había sido escenario de una balacera a mediados de noviembre. Ahí resultó lesionado Luis N. Morones, líder de la fracción laborista, y murió Leocadio Guerrero, representante de Zacatecas.
El escenario deportivo fue inaugurado en mayo de 1924 por el presidente Obregón. Fue escenario de los Juegos Centroamericanos de 1926. En 1949 fue demolido; en su sitio se construyó el multifamiliar Juárez que se derrumbó en el sismo de 1985. Ahora está ahí el parque Ramón López Velarde.
“Sobre la elevada plataforma, que se instaló en el centro del Estadio Nacional, se destacaba robusta y serena, la figura del nuevo Presidente de la República, general don Plutarco Elías Calles, mientras iban saliendo de sus labios, pausadamente y con una voz llena, las frases de su protesta, cuyo eco se perdía, en las últimas galerías de aquel recinto.(…) El espectáculo que presentaba el estadio en esos solemnes momentos era inmensamente grandioso; el entusiasmo se desbordaba, los vítores se confundían con las fanfarrias de las bandas militares y la pirotecnia que estallaba en el espacio, mientras mil palomas seguían el vuelo de los majestuosos aviones para desaparecer en el horizonte azul”.
El 1 de diciembre de 1928, Excélsior publicó la información de la toma de protesta de Emilio Portes Gil como presidente interino de México, debido al asesinato de Obregón en julio. Iniciaba el Maximato.
“Solemne, grandiosa resultó la ceremonia celebrada ayer en el Estadio Nacional con motivo de la protesta que como presidente provisional rindió ante el Congreso de la Unión el señor licenciado Emilio Portes Gil”.
Poco más de un año después, Pascual Ortiz Rubio tomó protesta como presidente, el 5 de febrero de 1930, tras ganar la elección extraordinaria. Al día siguiente, la información publicada señala que la ceremonia, también en el Estadio Nacional, fue “solemne, imponente y majestuosa”.
“La información detalla que en ninguna de las ceremonias anteriores, similares a la efectuada ayer, se había visto tal afluencia de gente en el estadio, de todas las clases sociales. Los señores presidentes, licenciado Emilio Portes Gil e ingeniero Pascual Ortiz Rubio, tanto al llegar al Estadio Nacional como al retirarse, fueron objeto de una ovación estruendosa y prolongada.
“Asimismo, llamaba la atención de quienes concurrían a la ceremonia un arco de flores que tenía esta inscripción: ‘Quinto subcomité del 12o. Distrito de Tacubaya’. En el frontispicio del estadio había otro arco con esta inscripción: ‘Libertad, Paz y Justicia’”.
Ante la renuncia de Ortiz Rubio, 30 meses después, Abelardo L. Rodríguez fue el presidente de México, hasta cumplir el periodo constitucional, en 1934.
“En sesión solemne de Congreso General, que se caracterizó también por su sencillez y que tuvo lugar la mañana de ayer, el general Abelardo L. Rodríguez, otorgó la protesta de ley como Presidente substituto Constitucional, ante la asamblea de señores diputados y senadores. Este acto de trascendencia para el país, por significar la transmisión pacífica del poder, tuvo lugar a las 12 horas en punto. Poco antes, a las 11 horas y 13 minutos, el Presidente de la Cámara, licenciado Flavio Pérez Garza hizo la declaratoria de que el Congreso de la Unión había aceptado la renuncia del señor ingeniero Pascual Ortiz Rubio como primer magistrado de la nación: y poco después, a las 11 y media horas hizo, a su vez, la declaratoria de que había sido designado presidente substituto el general Rodríguez.
Institucionalización
El general Lázaro Cárdenas del Río tomó protesta como presidente el 30 de noviembre de 1934. Es a partir de esta administración que se establecen los mandatos presidenciales de seis años. También en la transmisión de poder de Rodríguez a Cárdenas se inauguró la entrega de la banda presidencial.
La publicación del 1 de diciembre de 1934 refleja que el acto de protesta del general Lázaro Cárdenas como presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, efectuada en el Estadio Nacional, “revistió gran solemnidad, pero tuvo, al mismo tiempo, un sello de sencillez democrática, de civismo netamente popular”.
En el mismo texto periodístico se refiere que la parte final del discurso de Cárdenas se perdió en la ola de una ovación entusiasta y unánime del pueblo congregado en el estadio.
La información de la época hace referencia a “un acto de intensa emoción y desusado en una ceremonia de tanta trascendencia para el país”.
“Entonces, el general Abelardo Rodríguez se levantó de su asiento, y tras de abrazar efusivamente al general Cárdenas, retiró de su pecho la banda tricolor, insignia de su alto cargo, la dobló lentamente y con pulso firme la entregó al general Cárdenas”.
Los dos presidentes, dice la nota de Excélsior, “se estrechan fuertemente las manos, cambian una sonrisa amistosa y se dicen algunas palabras en voz baja. Ante ese hecho inusitado, el numeroso público, que llenaba totalmente el amplísimo recinto del estadio, prorrumpe en un aplauso estruendoso, delirante, que se prolonga por varios minutos, que parece no va a acabar, y lanza vivas sonoros para el presidente general Abelardo L. Rodríguez y para el presidente general Lázaro Cárdenas del Río ”.
Seis años después, Manuel Ávila Camacho tomó protesta como presidente el 1 de diciembre de 1940. La ceremonia regresó a la Cámara de Diputados de Donceles. En la información de esa ceremonia se menciona por primera vez a fotógrafos y cinematógrafos y que el acto fue transmitido por radio a todas las entidades del país.
De manera especial, Ávila Camacho se dirigió a la juventud, “para que tenga fe en la vida; para que se lancen a las iniciativas creadoras. Nos damos cuenta que los renuevos de nuestra patria que van saliendo de las aulas, de los institutos, de las aldeas, de todos los rumbos del país, miran hacia su alrededor fieros de desconcierto y con la angustia de vivir. Sin poder, todavía, apreciar las largas luchas que la República ha sostenido para desbrozar obstáculos y privilegios, sólo sienten corno si nuestra época les hubiera cerrado las puertas”.
El 2 de diciembre de 1946 se publicó la información de la toma de protesta de Miguel Alemán como presidente de México, que empezaba a ser un país moderno.
Alemán prometió un gobierno de libertades inviolables. La ceremonia de esta toma de protesta se realizó en el Palacio de Bellas Artes.
Con voz grave y firme, se lee en la crónica de Luis Spota, que una cadena nacional de estaciones de radio llevó a todos los rincones de la República, el presidente anunció: “Mantendremos los intereses del país por encima de los intereses de grupo.
“La moral es un patrimonio del pueblo tan importante como la riqueza material. Queremos, por eso, insistir en los conceptos de responsabilidad ciudadana y moralización pública que serán normas fundamentales del gobierno”, estableció.
Más adelante, en su discurso, Alemán Valdés aseveró: “De la Revolución venimos y vamos, con mis principios, a abrir un nuevo capítulo en la historia de nuestro país”.
Hacia la modernidad
A Alemán lo sustituyó Adolfo Ruiz Cortines. El 2 de diciembre de 1952 se publicó la información del hecho. Como su antecesor, Ruiz Cortines protestó en el Palacio de Bellas Artes. Al término de la ceremonia, el expresidente Alemán acompañó hasta Palacio Nacional a su sucesor, quien lo llevó al elevador que lo trasladó a la planta baja para subirse a un automóvil Packar y salir por la puerta de honor”.
La ceremonia de toma de posesión de Ruiz Cortines fue austera como a él le gustaba ser. La ceremonia se efectuó en el Palacio de Bellas Artes, al amparo de una monumental enseña nacional.
Seis años después llegó a la Presidencia de la República Adolfo López Mateos. El 2 de diciembre de 1958, el mexiquense rindió protesta en el Palacio de Bellas Artes, previo desfile militar y una valla de obreros.
La crónica de este hecho, firmada por Julio Scherer García inicia así:
“En el Palacio de Bellas Artes bullía la nerviosidad en espera del nuevo primer magistrado de la nación. Todos los pisos veíanse pletóricos y hasta adelante, en el foro, la excitación obraba como un tónico en los nuevos secretarios de Estado.
“Hablaban a grandes voces, reían a carcajadas, se mostraban solícitos con todo el mundo, iban, venían, se abrazaban, se sentaban en los sillones que tenían reservados para incorporarse casi al instante y reiniciar breves paseos que acaparaban la atención general. Daban una impresión de singular ligereza. Sus movimientos eran fáciles y la sonrisa que les iluminaba el rostro no dejaba lugar a dudas en cuanto a sus sentimientos”.
También Gustavo Díaz Ordaz protestó como presidente en el Palacio de Bellas Artes un sexenio después, el 1 de diciembre de 1964. La crónica de la asunción de Díaz Ordaz fue de la autoría de tres periodistas que usaban un seudónimo: Julio Manuel Ramírez. Se trataba de Julio Scherer García, Manuel Becerra Acosta y Alberto Ramírez de Aguilar.
La crónica inicia así:
“Luces tenues que sólo a ratos fulgían con intensidad. Dos largas filas de rígidos hombres vestidos de oscuro una frente a otra. Atrás de los preeminentes de hora y atrás de quienes lo fueron hasta hace dos días, muchedumbre parlamentaria, en perfecto orden, enhiestos esta vez, senadores y diputados en sus sillones”, se leía.
“Al fondo, muy alta, la gran tribuna donde Gustavo Díaz Ordaz extendía la mano y juraba como nuevo Presidente de este país. Casi umbroso, el Teatro de Bellas Artes cobraba una sorprendente lisura en la que se diluía su estilo arquitectónico. Mujeres elegantes en los palcos, en discreta actitud”, describían.
Los dos últimos “revolucionarios”
El miércoles 2 de diciembre de 1970 se publicó la nota de la toma de protesta de Luis Echeverría Álvarez. El nuevo presidente habló durante 70 minutos en el Auditorio Nacional, habilitado como sede del Congreso de la Unión.
Guillermo Ochoa escribió la crónica de ese acto:
“El viaje de 56 mil kilómetros, que el licenciado Luis Echeverría realizó por todo el país en su búsqueda de la Presidencia de México, culminó ayer a las 13.50 horas en el Palacio Nacional, después de un recorrido de 7.5 kilómetros desde el Auditorio Nacional, durante el cual una ruidosa, colorida, impresionante valla humana lo acogió cariñosamente.
“Durante el trayecto, que duró 88 minutos, el primer mandatario hizo detener dos veces el automóvil descubierto en el que viajaba para depositar ofrendas florales ante el Monumento a la Independencia y en el Hemiciclo a Juárez. En estos primeros homenajes lo acompañó el licenciado Gustavo Díaz Ordaz”.
A partir de 1 de diciembre de 1976, José López Portillo y Pacheco tomó las riendas del país. El acto tuvo lugar en al Auditorio Nacional y Carlos Ravelo escribió la crónica para Excélsior:
“Frente a María Félix, que con su hijo, y Dolores del Río, que ocupaban butacas atrás de los miembros del Congreso de la Unión, pasillo de por medio, cayó estrepitosamente el médico de cabecera del licenciado José López Portillo, al intentar saltar una baranda. Mario Calles, sin ayuda de nadie, se puso en pie y siguió su camino por el pasillo central, rumbo a su asiento. Eran las 12:25 horas.
“El incidente casi pasó inadvertido por el aplauso que tributaban los cinco mil trescientos asistentes a la toma de posesión del presidente López Portillo, cuando éste se refirió a la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados. En pie, todos aplaudían”.
Sedes de la transmisión de poder
La Constitución Política de México, en su artículo 87, establece que el Presidente debe rendir la protesta de ley ante el Congreso de la Unión.
Desde 1914, constituido como Congreso General, los diputados y senadores han adoptado varias sedes para que el presidente rinda protesta.
Venustiano Carranza, Adolfo de la Huerta y Álvaro Obregón rindieron protesta en el salón de sesiones de la Cámara de Diputados.
Plutarco Elías Calles, Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio, Abelardo L. Rodríguez y Lázaro Cárdenas del Río hicieron lo propio en el Estadio Nacional, convertido en sede del Congreso de la Unión.
Manuel Ávila Camacho juró como presidente en la Cámara de Diputados de Donceles, mientras que Miguel Alemán, Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz lo hicieron en el Palacio de Bellas Artes.
Tanto Luis Echeverría como José López Portillo protestaron en el Auditorio Nacional.