En las últimas tres décadas, las ceremonias de transmisión del Poder Ejecutivo no han estado exentas de momentos curiosos, difíciles o complicados. De la ceremonia sobria, en medio de una crisis económica en la que llegó Miguel de la Madrid, la expectación por la llegada de un presidente no priista, en la primera transición, hasta la toma de tribuna, empujones y golpes el día en que Felipe Calderón asumió el cargo.
Miguel de la Madrid arribó al poder en 1982, en medio de la primera crisis económica de grandes dimensiones, con inflación de 100% , que llegó hasta 4 mil por ciento en su sexenio con devaluación de 3 mil por ciento.
El perfil académico y sus estudios en Harvard dieron la vuelta al priismo revolucionario del siglo XX, y se abría una nueva etapa de la historia en México.
“Vivimos una situación de emergencia. No es tiempo de titubeos ni de querellas: es hora de definiciones y responsabilidades. No nos abandonaremos a la inercia, la situación es intolerable. No permitiré que la patria se nos deshaga entre las manos. Vamos a actuar con decisión y firmeza”, dijo en su discurso ante diputados, senadores y su antecesor, José López Portillo y Pacheco.
Seis años después, el 1 de diciembre de 1988, la llegada de Carlos Salinas de Gortari marcó el inicio de un Congreso de la Unión dividido, en el que la oposición de izquierda comenzó a hacerse presente en las tomas de protesta. Porras, rechiflas y pancartas serían desde esa fecha una característica en San Lázaro.
La toma de protesta, que desde 1917 se marca en la Constitución, no se modificó con la llegada del nacido en la Ciudad de México en 1948.
A la sesión de Congreso General en la que asumió el cargo, Salinas de Gortari tuvo entre otros invitados a un joven que recién despuntaba en el mundo de la música, Luis Miguel.
“No sólo el Presidente debe trabajar, sino cada uno de nosotros, en cada labor que hagamos, debemos esforzarnos por mejorar este país”, dijo el hijo de Luis Rey a su salida de San Lázaro.
La toma de protesta de Ernesto Zedillo en 1994, luego de entrar de relevo tras el asesinato de Luis Donaldo Colosio, se llevó a cabo sin incidencias. Saludó a su antecesor de manera cálida, incluso amigable, relación que apenas días después se quebraría para generar uno de los mayores enfrentamientos entre presidentes entrante y saliente por la crisis económica desatada en 1994.
Primera transición
Seis años después, Vicente Fox Quesada encarnó la sed de cambio político del pueblo mexicano que, cansado de las crisis, optó por la transición. Así llegó a Los Pinos el primer presidente con elegantes botas vaqueras debajo de su traje negro. Rindió protesta el 1 de diciembre de 2000, poniendo fin a 71 años del PRI en la silla presidencial.
El guanajuatense sumó al juramento obligatorio una frase: “…mirando en todo por el bien y prosperidad de la Unión (por los pobres y marginados de este país), y si así no lo hiciere que la nación me lo demande”.
Previo a rendir protesta ante el Congreso, Fox visitó con su familia la Basílica de Guadalupe y desayunó tamales en Tepito con niños en situación de calle.
Después arribó al Palacio Legislativo a bordo de un autobús, recibiendo ovaciones y aplausos: “Fox, Fox”, se oía.
Luego de colocarse la banda presidencial y antes de dar su primer discurso, Vicente Fox saludó primero a su familia, presente en el recinto, lo cual provocó rechazo en la oposición.
Entre golpes y empujones
El 1 de diciembre de 2006 puede calificarse como la toma de protesta más accidentada de la historia de nuestro país.
Felipe Calderón Hinojosa ganó la presidencia ante Andrés Manuel López Obrador apenas por un mínimo porcentaje, lo cual generó señalamientos, acusaciones, descalificaciones y la votación más cerrada en los procesos electorales que generó una crisis política en el país.
Luego de 67 horas de una tribuna tomada por los diputados del PAN, para garantizar la toma de protesta, y abajo de ellos los perredistas, para evitarla, se pudo cumplir con el trámite constitucional, aunque no sin conflictos.
En los minutos previos a la llegada del presidente electo, cuatro grupos del PRD intentaron bloquear —de manera infructuosa— los accesos al salón de sesiones, para que no hubiera quórum.
Los legisladores intercambiaron golpes y empujones, mientras que las curules volaban por el recinto, tanto para agredir a integrantes de la derecha como para formar barricadas y tratar de evitar la toma de protesta.
La operación emprendida por el PAN y su coordinador, Héctor Larios, permitió a los legisladores del PRI y del Partido Verde ingresar a cuentagotas por una de las puertas custodiadas por panistas.
Con 335 diputados y 94 senadores se instaló ese 1 de diciembre de 2006 la sesión de Congreso General. Jorge Zermeño fungía como presidente de la Cámara de Diputados y Manlio Fabio Beltrones del Senado.
A las 9:47 horas llegó el michoacano a rendir protesta. Cinco minutos en la Cámara de Diputados fueron suficientes para que Calderón se convirtiese en presidente constitucional.
Al cantar el Himno Nacional, para acallar las protestas opositoras, los priistas mostraron la Bandera de México y los panistas, la mano levantada con el ¡sí se pudo!, mientras el segundo mandatario panista recitaba la arenga constitucional más sufrida de un mandatario entrante.
También protestan
Hace seis años, el presidente Enrique Peña Nieto también enfrentó protestas dentro y fuera de la Cámara de Diputados.
La izquierda desplegó mantas de protesta y cruces de reclamos al gobierno de Felipe Calderón y al del presidente entrante.
“Es válida la elección de Presidente de los Estados Unidos Mexicanos”, fue el bando leído en la Cámara de Diputados.
El movimiento #YoSoy132, creado tras la visita del mexiquense a la Universidad Iberoamericana, mostró su fuerza en las inmediaciones de San Lázaro y el Centro Histórico con diversas protestas.
A paso veloz, Enrique Peña Nieto llegó a una Cámara de Diputados rodeada de vallas metálicas y efectivos de la Policía Federal. Nadie que no tuviera acreditación o fuera vecino ingresaba a la llamada zona cero.
Adentro, los perredistas, entonces simpatizantes de López Obrador, lanzaban billetes de papel y mostraban todo tipo de cartulinas para mostrar su rechazo al regreso del PRI a Los Pinos.
Entre gritos, porras y aplausos de sus aliados y en una burbuja de seguridad del Estado Mayor Presidencial, con el general Roberto Miranda al frente, Peña Nieto llegó a lo más alto de la tribuna para juramentar.
Felipe Calderón, en un acto inusitado, besó la banda presidencial tras despojársela y entregarla a Jesús Murillo Karam, presidente de la Cámara de Diputados. Peña Nieto recibió de sus manos la banda presidencial aún con el color rojo en la parte superior y el verde en la inferior y se la colocó en pocos segundos.
El acto protocolario duró menos de 20 minutos. Peña Nieto ofreció después su primer discurso como Presidente de la República en Palacio Nacional.
Este año no habrá Ceremonia de Traslación de Poder el primer minuto del 1 de diciembre en Palacio Nacional. Andrés Manuel López Obrador no quiso repetir ese momento metaconstitucional creado por Vicente Fox como una forma de garantizar el poder al presidente entrante.
La protesta de ley
La Constitución Política de 1917, en su artículo 87, ya establecía la protesta que el Presidente debía rendir ante el Congreso de la Unión.
Actualmente, el Presidente debe protestar lo siguiente:
“Protesto guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen, y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de Presidente de la República que el pueblo me ha conferido, mirando en todo por el bien y prosperidad de la Unión, y si así no lo hiciere que la Nación me lo demande”.
El artículo fue modificado el 6 de octubre de 1986, por la reimpresión de la Constitución.